“Tengo mucho trabajo”. Lo habrás escuchado más veces de las que puedas contar. ¿No es cierto? O “estoy muy ocupado”. Sí, todos estamos ocupados; todos tenemos mucho trabajo. El trabajo nos acecha en cada esquina, con cada correo electrónico, con cada reunión. Pero: ¿te has dado cuenta de que algunas personas parecen nadar en ese mar de tareas sin ahogarse? Sin quejarse ni poner excusas, simplemente hacen su trabajo. Déjame decirte un secreto: no se trata de la cantidad de trabajo, sino de cómo lo manejas.
Hablemos de Manuela, gerente en una conocida empresa de tecnología en Buenos Aires. Manuela estaba al mando de un equipo crucial para la empresa, y como tal, su bandeja de entrada siempre estaba llena hasta el borde. Pero nunca dio excusas. No importa cuán cargada estuviera su agenda, siempre encontraba tiempo para responder a sus correos electrónicos en 48 horas, sin falta. ¿Por qué? Porque tenía claro que su propósito personal estaba alineado con las metas de la empresa.
Ahora, no te equivoques. Manuela trabajaba duro. Pero no solo se trataba de trabajar duro, se trataba de trabajar de manera inteligente y con un propósito. Ella entendía que cada tarea, cada correo electrónico, cada reunión, no eran simples tareas en una lista de quehaceres. Eran oportunidades para avanzar hacia su meta, para contribuir a la empresa y, a su vez, para crecer personalmente.
Todos estamos ocupados. Pero aquellos que logran destacar, aquellos que hacen su trabajo sin quejarse ni dar excusas, son los que comprenden esta verdad: tu trabajo no es una carga, es una oportunidad. Una oportunidad para crecer, para contribuir, para dar un paso más hacia tu meta. Y cuando comprendes eso, cuando alineas tu propósito personal con las metas de tu trabajo, entonces, el “estar ocupado” se vuelve algo mucho más manejable.
