Ponte en mi lugar por un momento. Estás en una oficina, la misma de siempre. Tienes un espacio, tienes un grupo de personas a tu cargo, tienes un objetivo. Pero, ¿qué es lo que hace que ese espacio cobre vida? ¿Qué hace que ese equipo esté realmente unido? ¿Qué hace que ese objetivo se convierta en algo más que solo palabras en un papel? Déjame decirte que el secreto radica en el entorno.
Tomemos el ejemplo de Pixar. Todos sabemos que hacen películas increíbles, pero, ¿alguna vez te preguntaste cómo lo hacen? Han creado un espacio de trabajo donde la conversación fluye libremente, donde se fomenta la colaboración y donde se valora la innovación. Todo está diseñado para permitir que las ideas prosperen, desde la disposición de sus edificios hasta sus políticas de trabajo. Y aquí está el truco: no hay barreras entre los diferentes roles. No importa si eres un animador de primer nivel o un becario de verano porque tienes un lugar en la mesa de discusión.
Ahora, ¿qué pasa si te encuentras en una oficina llena de escritorios, donde la única conversación que oyes es el sonido de las teclas del teclado? ¿Dónde las personas se centran en las tareas y no conocen (o apenas les importa) el propósito? Ahí está el problema. En un lugar así, incluso las ideas más brillantes pueden perder su brillo.
Así que, cuanto te encuentras a cargo de un equipo, no estás a cargo de asignar tareas, estás cultivando un ambiente en el que las ideas pueden florecer. No estás solo gestionando el tiempo, estás construyendo un espacio donde la conversación, la innovación y el trabajo en equipo deben ser algo natural. Ese es el tipo de entorno que transforma lo ordinario en algo verdaderamente extraordinario.
