Inspirar a la gente a dar lo mejor de sí mismos

Piensa en un equipo de baloncesto en el que cada uno de los jugadores es un as en su posición. Pueden hacer lanzamientos triples y jugadas que te dejarían boquiabierto. Pero se reúnen en la cancha y no pasa nada: los pases no se conectan, la defensa se derrumba, los tiros no entran. En ese momento entra en juego un nuevo entrenador y las cosas cambian: los mismos jugadores comienzan a jugar como un verdadero equipo. ¿Qué pasó? El entrenador pudo inspirarlos a dar lo mejor de sí mismos.

Esa es la magia de un buen líder. Puede inspirar a un grupo de individuos a trabajar juntos hacia un objetivo común, a dar lo mejor de sí mismos. No porque les diga qué hacer, sino porque les muestra cómo y por qué hacerlo. Y si no pueden o no quieren entrar en ese ritmo, entonces puede que sea hora de que se busquen otro equipo.

Considera lo que sucedió con Tim Cook en Apple. Tomó las riendas después de Steve Jobs. Una tarea, para la mayoría de la gente, más que intimidante. Pero no intentó ser Steve. En su lugar, se enfocó en lo que él hacía mejor, alentando a su equipo a innovar, a desafiar el status quo, a pensar distinto. Y aquellos que no se ajustaron a esa cultura, debieron buscar otros horizontes.

Entonces, si te encuentras liderando un equipo, ya sea en el deporte, en los negocios o en cualquier otra cosa, no te olvides de esto. Tu trabajo no es decirle a la gente qué hacer. Tu trabajo es inspirarles a dar lo mejor de sí mismos, a comprometerse con las metas del equipo. Y si no pueden o no quieren hacerlo, quizás es hora de que se vayan. Al final del día, un equipo no se define por sus individuos, sino por cómo esos individuos trabajan juntos.

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