Imagina que la vida es un gran salón de baile. Estás ahí, rodeado de una multitud de oportunidades, cada una de ellas intentando sacarte a bailar. Pero hay un problema, querido lector. No puedes bailar con todos al mismo tiempo. No puedes decir que sí a cada melodía, a cada ritmo, a cada invitación. ¿Qué puedes hacer al respecto? Tienes que aprender a decir que no.
Déjame decirte que aprender a decir que no es todo un arte. No es fácil, sobre todo cuando eres de los que odian decepcionar, de los que quieren ser el alma de la fiesta. Pero recuerda esto: cada vez que dices que sí a algo, estás diciendo que no a otra cosa. Y eso puede ser agotador. Puede dejarte sin aliento, sin energía, sin espacio para moverte en tu propia pista de baile.
Así que aquí está el truco: aprende a decir que no. No porque seas un aguafiestas, sino porque entiendes que, para bailar bien, para bailar con todo tu ser, necesitas espacio. Necesitas decir que no a los bailes que no te inspiran, a las melodías que no te hacen vibrar. Solo entonces tendrás el espacio, el tiempo y la energía para decir que sí a los bailes que realmente te importan.
Porque al final del día, eso es lo que importa, ¿o no? Bailar con pasión, con autenticidad, con todo tu corazón. Y eso, querido lector, solo es posible cuando aprendes a decir que no.
