La historia de la llave perdida

Si cambian las condiciones, no hagas las mismas cosas de la misma manera.

Una noche, mientras paseaba por mi barrio, me encontré a un hombre que buscaba desesperadamente algo. Me sorprendió observar que mientras se llevaba las manos a la cabeza decía sin cesar “¿dónde se habrán caído?” y daba vueltas y vueltas dentro de un círculo muy reducido cuyo centro era una farola…

Me acerqué y le pregunté si le podía ayudar. Cuando me respondió me di cuenta de que, además, estaba algo bebido.

– ¿Puedo ayudarle?

– Sí, claro, por supuesto…

– ¿Qué ha perdido?, le pregunté mientras comenzaba a buscar sin saber qué buscaba.

– Las llaves de mi casa. ¡Las malditas llaves de mi casa! me contestó con un tono pastoso de voz y unos ojos brillantes y enrojecidos.

– No se preocupe -le dije para tranquilizarle- seguro que las encontramos.

Me puse a buscar y mientras lo hacía le pregunté:

– ¿Está seguro de que se le cayeron por aquí?

– Pues la verdad es que no -me contestó- pero aquí es donde hay luz.

Hacer lo mismo siempre y esperar resultados distintos, es como buscar la llave donde hay luz en lugar de hacerlo donde se ha caído.

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