Aquí estoy, atrapado en el mismo dilema, intentando nuevamente que esta persona despierte y haga algo, tratando de darle vida a esta piedra. Sí, Pablo. Estoy hablando nuevamente de Pablo. Sin duda, un tipo brillante, pero parece que se le acabó la energía. Es como si estuviera en pausa, siempre observando, esperando a que algo le caiga del cielo.
Le indiqué algunas tareas, le di responsabilidades y proyectos, incluso le asigné un mentor para que lo guiara. Quise creer que, con un pequeño empujón en la dirección correcta, él encontraría su camino y despertaría su iniciativa. Pero parece que cada intento fue como lanzar piedras a un pozo sin fondo. Nunca hubo eco, nunca hubo respuesta.
De hecho, recuerdo una vez que le propuse que liderara un nuevo proyecto. Le dije que era su oportunidad para hacer algo grande, que podría dejar su huella. Pero él simplemente se encogió de hombros y dijo que no estaba listo, que necesitaba más tiempo. El tiempo pasó, el proyecto pasó, y Pablo siguió en el mismo lugar, viendo cómo todo se le escapaba de las manos.
Al final, me di cuenta de que no se puede encender una lámpara sin bombilla. No importa cuántas veces intentes encenderla, no importa cuánto esfuerzo le pongas, si no hay bombilla, no habrá luz. Pablo era esa lámpara, y me temo que su falta de iniciativa era esa bombilla faltante. Ahora bien, la iniciativa no es algo que se pueda imponer, tiene que surgir de uno mismo. Así que, si estás en la misma situación que yo, permíteme decirte que, a veces, por mucho que lo intentes, hay personas que simplemente no están dispuestas a moverse. Y en esos casos, tal vez la mejor opción sea dejar de empujar.
