Lo que sé hacer versus lo que hay que hacer

Hagamos un viaje imaginario a una pequeña agencia de diseño gráfico. Allí encontramos a Dani, el recién llegado al equipo, lleno de energía y entusiasmo, pero también cargado de inexperiencia. Luego está Lola, la veterana de la oficina, que lleva años en el juego y ha visto de todo. Ambos enfrentan el mismo desafío: un cliente insatisfecho con el último proyecto.

Dani, como buen amateur, hace lo que sabe hacer. Se lanza sobre el tema con todas las herramientas que aprendió durante los años de estudio, lleno de ideas frescas y ambiciosas. Pero la falta de experiencia hace que sus soluciones sean poco efectivas, que no se ajusten a los requerimientos del cliente o que no tengan en cuenta las limitaciones del equipo.

Lola, por otro lado, es toda una profesional. Sabe que cada problema es único y que no puede resolverlo simplemente aplicando lo que ha hecho en el pasado. Sí, utiliza su conocimiento y experiencia, pero también se toma el tiempo para entender realmente el problema, para entender lo que el cliente realmente quiere. Se pregunta: ¿Cuál es el reclamo, cuál es el problema y qué se debe hacer? No reacciona de manera automática con lo que sabe hacer.

Y aquí está la gran diferencia entre el amateur y el profesional. El amateur confía en lo que sabe hacer, mientras que el profesional se concentra en lo que se debe hacer. El profesional sabe que cada situación es diferente y que no puede simplemente recurrir a viejos trucos, esperando que funcionen.

Por eso, querido lector, no respondas automáticamente con la misma receta a toda situación que se te presente. Cada situación es distinta y requerirá un pequeño análisis para diagnosticar qué sucede, decidir qué hacer y hacerlo eficientemente.

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