Tus problemas, mis problemas

Artículo incluido en el libro “Si no cambias te extingues”, publicado en febrero del año 2022, disponible para descarga aquí.


Hace unos años, una persona que conozco consultaba a su médico de cabecera (médico de la familia por más de treinta años) por un tema con uno de sus hijos. Su hijo tenía mucha fiebre, la temperatura no descendía, no podía dormir bien y estaba muy molesto. El diagnóstico no era claro, la medicación no estaba haciendo efecto. Todo esto también molestaba mucho a la madre.

En ocasiones, como hemos visto aquellos que disfrutamos de la serie “Dr. House”, la solución al problema demora porque el diagnóstico correcto demora. Si no hay suficientes síntomas, es inútil –y hasta peligroso– tratar de “arreglar” lo que desconocemos. Podríamos terminar agravando la situación.

La demora del proceso (de todo proceso) es algo que no podemos controlar. Es probable que, en este caso, tampoco el médico pudiese controlarlo.

En una de las consultas, y como producto de esta demora, la mujer le reclamó al médico:

– Pero doctor, ¡es que estoy desesperada!

A lo que el médico le respondió:

– Señora, ese es su problema, no el mío.

Cada uno tiene que lidiar con sus problemas, sin intentar trasladarlos. El médico está lidiando con su problema –identificar claramente la situación, para diagnosticar y tratar al paciente– no con la ansiedad de la madre de su paciente (que es problema de ella).

No traslades tus problemas. Distingue cuando alguien trata de trasladarte los suyos. Establece límites.

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